jueves, 27 de marzo de 2008

Las mexicanas en el siglo XIX.

Se observa de qué manera el contexto histórico-político marca las formas de vida y las relaciones entre los seres humanos.
Habla de forma contextual de la política en el s. XIX, en el cual existía una pugna entre liberales y conservadores, siendo estos últimos quienes buscaban para su propio interés que la sociedad se preservara.
El Estado mexicano tenía poco tiempo de haberse consolidado como tal, pocos años de independencia en la que todavía quedaban grandes señales de una sociedad elitista y conservadora que deseaba para sí los privilegios que anterior a la lucha pertenecían sólo a los peninsulares.
Se menciona en el texto que a partir de la Constitución de 1857 y las leyes de Reforma, se planteaba un Estado de igualdad social, no obstante con el desarrollo del capitalismo, se marcaron aun más las diferencias, pues sólo se pasó de un tipo de explotación rural a uno industrial y la pobreza persistía.
A pesar de que las propuestas liberales ofrecían un cambio en contra de la tradición y el conservadurismo, la mujer no tuvo cabida en aquellas reformas.

Otra antinomia resulta la proclamación de la independencia estadounidense, en la que se proponía “todos los hombres son iguales”… (excepto los esclavos negros), hay una gran contradicción, pues no atendía a la totalidad de la población, mucho menos a las mujeres.
La declaración de independencia estadounidense nació con la discriminación; así mismo, quizá la constitución liberal vino a destituir el proyecto monárquico, separo la iglesia del estado, mas las condiciones de clase y las tradiciones que menospreciaban a la mujer –incluso en las leyes- siguieron marcándose a pesar de los cambios sucedidos en la política.

Parece que la discriminación más difícil de erradicar es la de la mujer, no es cuestionada porque a pesar de las distintas ideologías tanto políticas como religiosas, todas ellas están edificadas bajo la mirada masculina y no observan las necesidades de la mujer, no se pretende transformar nada porque no les afecta, y se procura que el status quo quede igual, para que los beneficios de poder que sostiene el macho sean perennes.

A lo largo de los siglos la mujer ha vivido silenciada, y aun cuando se presume estar viviendo en el siglo XXI –sin haber erradicado o siquiera disminuido la discriminación un poco-, resulta difícil darse cuenta de la falta de libertad y ceguera a la que hemos estado ligadas desde que nacimos.
Hoy observo con más cuidado las relaciones de género de la sociedad mexicana, hago conciencia del gran hoyo en el que estamos, desde los medios de comunicación en los que se reproducen abiertamente los estereotipos tan estigmatizados que se introyectan en la médula de la sociedad. Tantos siglos de sentir miedo, un miedo absurdo a un autoritarismo que todos hemos ayudado a construir.[1]

Hay una caricatura antigua en la que se encuentra una mujer desnuda con alas en la espalda, recostada en el diván de un psicólogo y éste le pregunta… “Haber, cuénteme, ¿cómo que a veces ha sentido que tiene ganas de volar?...”
Dicha imagen representa la triste historia en la que la mujer ha cargado con sus ansias de libertad y a pesar de aceptar con sumisión lo que el patriarcado le ha impuesto, muy en el fondo ha existido un grito ahogado y un olvido de sí misma, una enajenación que ha sido tan fuerte que perdura hasta nuestros días.

Cuan tristes los valores adjudicados a la mujer, valores de una muñeca bonita que es pura y tiene instinto maternal, que triste la dicotomía con la que se limita a la mujer, o es santa o es fácil, o es bondadosa y maternal o es egoísta y desnaturalizada, o es sensual y disfruta de su sexo o es frígida y santa.
Cuántos mitos nos han encadenado en la historia aun cuando se tenga conciencia y conocimiento de la discriminación a la que nos enfrentamos a diario, habrá quien aunque predique libertad, en su psique todavía existan las cadenas a esos mitos que nos cortan las alas.

Menciona en el escrito el dato de que antes la opción era el matrimonio o el convento, cuando una mujer no se casaba era rechazada, burlada y además ellas se llenaban el alma de amargura por no seguir el patrón y muchas mujeres se casaban sólo para no ser “solterona” y quedarse solas, por miedo.
Detrás de todas esas tradiciones que aun perviven en nuestra sociedad del siglo XXI, descansa la discriminación.

No hay duda de que algunas mujeres han salido a enfrentarse con el mundo de lo público, no obstante no han sido bien recibidas o han sido olvidadas en la historia.
La Historia es una historia masculina, pero detrás del aparato represor, se esconde el deseo de una vida de más participación, de emoción, de poder cambiar el mundo, en la que se tenga voz y no se viva detrás de la cocina.
No es de negar que en la historia ha habido muchas mujeres que han participado activamente en la política, etc, sin embargo han sido exiliadas del recuerdo.

Los seres humanos somos un cúmulo de potencialidades, las mujeres tenemos mucho que explorar, conocernos mejor y tener confianza, a veces aun a sabiendas y con conciencia de género nos aprovechamos de alguna tradición o moral para lograr un objetivo y creo que eso no nos ayuda a destruir los estigmas sociales de la mujer.

Un detalle a notar refiriéndose precisamente a las mujeres decimonónicas, es a que grado una mujer de 40 años ya era casi una anciana, y peor aun si era divorciada, pues la soledad, la pobreza y el escándalo la rodeaban, además el triste pesar de aguantar los dolores, los golpes y la violencia psicológica acababan con su juventud; hoy en día una mujer de 40 está en la mejor edad, en una edad plena, en la que es independiente, con experiencia de vida y llena de lozanía.

Las relaciones de poder establecidas poco han cambiado, a pesar de la sociedad moderna, no hay que cesar en la lucha por nuestros derechos, porque la historia oscila entre autoritarismos y guerras; pocos son los periodos de paz, no tenemos asegurado un futuro, el que contemos con derechos hoy en día, no nos da la razón de descuidarnos y dejar que la historia siga su curso, hay que ser partícipes políticamente y no dejar que la humanidad caiga en los errores del pasado, el camino todavía es largo, sólo tenemos las bases de la reivindicación y todavía se escuchan las voces apagadas de los marginad@s.
[1] Un ejemplo que resulta hasta infantil o demasiado obvio, pero está tan naturalizado que lo dejamos pasar, es un anuncio comercial de televisa, en el que un hombre le dice a su esposa “No, yo no me meto con su cocina, porque ese es su espacio…”. Sobran las palabras.

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