miércoles, 23 de enero de 2008

Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la antigüedad clásica.

I. La toma de conciencia.
Cuando se habla de mito, a mi me suena como aquel dicho que versa “cuando el río suena, agua lleva”, mas no por dar un crédito total a la voz del pueblo como una verdad, sino como producto de las relaciones entre el pensamiento y la realidad, y el contexto histórico-tradicional que vive cada sociedad. Ejemplo de ello resulta la gran cantidad de mitos sobre la sexualidad desde la época de la colonia en la Nueva España y lo que heredamos l@s mexican@s en dicho terreno, hasta la fecha aun en las generaciones nacientes no hay una cultura de la sexualidad por traer arrastrando desde antaño la vergüenza del pecado original, entonces tanto mito sexual nos indica una sociedad devota y sujeta todavía a la conquista espiritual y cultural.

Nos menciona la autora Pomeroy, que en la antigua sociedad griega, la razón era un atributo que poseían los dioses masculinos y el atributo de la naturaleza pertenecía a las diosas, así mismo se ha creído por siglos que la mujer tiene una relación muy cercana con la madre tierra -creencias quizá debido al ciclo menstrual y a la capacidad de procrear-, antiguamente las sociedades, tanto hombres como mujeres estaban más en contacto con la naturaleza por la caza, la pesca, la agricultura y aquella mística que cubría a los pueblos, girando siempre en torno a la religión y a sus dioses de la naturaleza, pero la idea de madre (naturaleza) siempre ha sido venerada por la magia del nacimiento y la vida, es curioso que en la Biblia cristiana se explique la creación de la costilla de un hombre, cuan absurdo, ya que si la Biblia fue escrita por seres humanos, allí se observa el grado de supremacía falocéntrico vigente hasta la fecha.

Haciendo referencia a la diosa Atenea “el arquetipo de la mujer masculina”, tal cual señala Pomeroy, desde mi subjetividad me ha tocado observar cuántas mujeres triunfan en el ámbito de lo público, mas siendo tan fuerte el estigma de la mujer modelo, ellas buscan romper con todo vestigio de ese ser prefabricado y enajenado, convirtiéndose en lo masculino a la manera tradicional (el estereotipo clásico del macho), es triste observar que muchas de ellas -incluso a lo largo de la historia de la humanidad- hayan tenido que tomar ese disfraz para poder ser tomadas en cuenta, y despreciarse a sí mismas en castración. Lo ideal sería SER desde nuestra plataforma, una plataforma que se asome al horizonte y observe todas las posibilidades de SER, sin limitarnos a un patrón de conducta, temperamento, carácter y personalidad establecidos desde nuestra cuna.

Es asombroso al conocer un poco sobre la cultura de los griegos, de qué manera percibían a la mujer; observo que el egoísmo ha sido un factor muy fuerte en todas las sociedades, en especial el egoísmo de poder, de obtener todos los placeres, de sentirse con el ego exaltado teniendo muchas mujeres, es curioso que todo se reduzca a un falo, que de esa pequeña e insignificante diferencia sexual, nazcan enormes diferencias culturales. Occidente es falocentrismo.

Interesante notar que los papeles de la mujer en la mitología (como en la sociedad) griega están bien definidos, la autora menciona a tres diosas del Olimpo, quienes representan tres de los arquetipos de mujer observados en esta sociedad:

Atenea-intelectual asexuada.
Afrodita-frívolo objeto sexual.
Hera-respetable esposa y madre.

Uno de los problemas que preservan una sociedad falocéntrica es el ego del hombre, pues cuando una mujer reúne más de una cualidad, los hace sentirse inferiores, ya que la tradición indica que el hombre siempre debe cuidar de la mujer, solucionarle los problemas, debe ser necesitado y cuando una mujer es independiente, su mortificación es -si alguna vez lo dejará- ya que no depende de él.

En la mitología griega, toda mujer que tuviera alguna relación con los dioses, terminaba destruida, y aquellas que lo evitaban, eran mujeres que triunfaban.
Ahí se observa cuánto valor se le concedía a la virginidad, cuánto era apreciada una mujer que era casta y el lugar que ocupaba en la sociedad, claramente era una virtud; hoy en día la sociedad patriarcal no ha podido deshacerse de ese mito castrante para la mujer.

Estoy en desacuerdo con la teoría psicológica de Helene Deutsch (masoquismo innato en las mujeres), desde el momento en que la relación de mujer-hombre yace oculta bajo los preceptos de una tradición de estereotipos, en los que el hombre es fuerte y la mujer débil, desde que el sistema reproduce la violencia en todos los espacios de la sociedad, desde aquellos melodramas mexicanos que rescatan, admiten y dan valor a una relación de violación y luego viene el altar, etc., y si hubiere (que las hay) algunas mujeres que así lo sintiesen, están vendadas por el sistema patriarcal que busca satisfacer el placer del hombre a costa de todo, poder y placer.

Sobre la diosa madre, existen muchas pruebas que dan a conocer cierto tipo de dominación de la mujer en la antigüedad, pero sólo en determinado terreno; habrá quienes lo nieguen, habrá quienes lo acepten, pero debatiendo a los primeros, es bien sabido que la historia ha sido escrita por hombres, dejando por un lado la participación de la mujer y restándole importancia; por otro lado, siendo su terreno el de la religión, en los demás espacios de la sociedad y mitología griega la cultura prevalecía patriarcal.
Observo que se asocia la fertilidad, la sexualidad, la belleza, la virtud de la virginidad y el cuidado a los mitos que se refieren a diosas; un ejemplo de ello es la virgen maría –madre, virgen, pura, santa, cuidadosa, amorosa, dócil, sumisa-, otro es el de la madre mexicana- madre, virgen, pura, santa, cuidadosa, amorosa, dócil, sumisa-, se repiten los patrones y se deja de ser un ser humano para convertirse en un ser reprimido y victimario. Por el contrario, de ser alegre, festiva, sexual, libre, dionisiaca pues, se nos relega de la sociedad por pertenecer al arquetipo de la ramera. Es importante romper con esta tradición y buscar para sí mismas otros caminos, otras posibilidades de Ser que las que se nos han presentado desde el momento en que nos vistieron de rosa.

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