Es interesante notar que a partir de la formación de las sociedades industriales, se vuelve más compleja y peligrosa la sociedad humana, creo que el surgimiento de las escuelas y la obligatoriedad de la enseñanza nos muestra que la escuela homogeniza y domestica. Habría que preguntarse, ¿qué pasaría si no hubiese escuelas?, ¿acaso caeríamos en el caos y la catástrofe?...
La escuela en un sistema neoliberal reduce el Estado benefactor y éste resulta una pantalla que coopera o se alía con el sistema vigente para preparar máquinas que accedan a aceptar una realidad que se encuentra trastornada por los excesos de la sociedad industrial, siendo partícipes así, de la destrucción de la tierra y el nunca retorno a la vida.
Analiza el autor Pérez Gómez, que para la mayoría de los estudiosos el objetivo básico de la escuela es preparar para el trabajo, esto viene a comprobar que la escuela es cómplice del sistema que reproduce las conductas que convienen a una sociedad de consumo.
Un problema grave es que las instituciones han perdido credibilidad (aunque con justa razón), la única institución que existe es el mercado y es el que rige bajo sus leyes la vida humana, pareciera que la escuela prepara para enfrentarse a un mundo de desigualdad y limitar las posibilidades. Cuando se obtienen títulos, el estudiante se especializa, hoy día se requiere de especialización dado las nuevas tecnologías; no obstante se pierden las potencialidades del ser humano, cuando se pudiese ser científico y filosofo a la vez; la carrera solamente ofrece un perfil y cierra las puertas al deseo de conocer disciplinas encontradas.
El autor menciona una total incoherencia entre los planes y programas con la realidad que vive el egresado, cuando se le inculca libertad de elección y responsabilidad, si se es asalariado debe someterse al sistema y caer en la sumisión.
El proletario es asalariado y vive prácticamente esclavizado al trabajo, recibiendo un aliciente, el temible amo: “el consumismo”, de esta manera, obteniendo cosas se cree que recibe un premio o una recompensa, que los frutos de su trabajo se están dando; esto es una falsedad, pues es una trampa del sistema capitalista, el proletario consume productos con su propio sueldo bajo un supuesto bienestar que no es proporcionado por el supuesto “Estado benefactor”, ahora el mismo trabajador debe buscar créditos para poder subsidiar vivienda, salud, comida, escuela, debido a la privatización de la vida misma.
Hay un factor muy importante: el individualismo, nos dice el autor, ya que en nuestra sociedad sólo muy pocos son los que han de triunfar y los demás son relegados a que hagan el trabajo que nadie quiere hacer; nos hacen creer que la escuela es igual para todos, empero no lo es, pues el arco iris de discriminación está a la orden del día, hay un egoísmo en la médula de la sociedad, y el mismo sistema lo confirma bajo los estándares de la competencia, el éxito, el triunfo y los perfiles de jóvenes emprendedores.
La escuela adoctrina, pero por ello se debe insistir en establecer un pensamiento crítico y capaz de aceptar otros conocimientos que no sean sólo los escolares, siendo autodidacta y buscando el verdadero saber en la experiencia, no en el aula.
Lo curioso de la escuela es que exista un currículo oficial, donde alguien elige y omite vasto conocimiento igualmente importante, por medio del cual se enseña tergiversando la historia, escondiéndola, recordando héroes nacionales que no existieron jamás.
Lo que el autor nos quiere decir es que existe una pantalla en la institución de la escuela, ya que nada de lo que venga de afuera el niño ha de tomar como aprendizaje válido, puesto que no lo enseña la escuela. La preocupación principal del niño se vuelve el resultado obtenido en el examen y se pierde en realidad el propósito fundamental del educando que es obtener normas y valores de interacción social que le permitan vivir en buena convivencia con sus semejantes y desarrollar su espíritu.
Se aprende una forma de ser que va más allá del aula, se aprende una forma de vivir y convivir en sociedad; la escuela es pues el reflejo de la organización social.
La escuela homogeniza, pero lo que jamás le podrán quitar a un ser humano es su diferencia, su carácter irrepetible y creación individual. La escuela por lo tanto, no logra su objetivo del todo, ya que domestica a medias; nosotros como profesores debemos ser los conejillos de indias y socavar el sistema poco a poco, siendo partícipes de una nueva escuela, dejando fluir el conocimiento, des-uniformizando, haciendo que el individuo se interese en el otro.
Un problema que resalta el autor, es que el trabajo absorbe, esclaviza y dificulta las relaciones de convivencia entre familia y amigos.
Una conclusión propuesta por el autor es eliminar la lógica de la homogeneidad y establecer el respeto por la diferencia, ya que se discrimina el origen social si se uniformiza desde el inicio, esto sería construir un paraje hacia una sociedad democrática en realidad.
La escuela en un sistema neoliberal reduce el Estado benefactor y éste resulta una pantalla que coopera o se alía con el sistema vigente para preparar máquinas que accedan a aceptar una realidad que se encuentra trastornada por los excesos de la sociedad industrial, siendo partícipes así, de la destrucción de la tierra y el nunca retorno a la vida.
Analiza el autor Pérez Gómez, que para la mayoría de los estudiosos el objetivo básico de la escuela es preparar para el trabajo, esto viene a comprobar que la escuela es cómplice del sistema que reproduce las conductas que convienen a una sociedad de consumo.
Un problema grave es que las instituciones han perdido credibilidad (aunque con justa razón), la única institución que existe es el mercado y es el que rige bajo sus leyes la vida humana, pareciera que la escuela prepara para enfrentarse a un mundo de desigualdad y limitar las posibilidades. Cuando se obtienen títulos, el estudiante se especializa, hoy día se requiere de especialización dado las nuevas tecnologías; no obstante se pierden las potencialidades del ser humano, cuando se pudiese ser científico y filosofo a la vez; la carrera solamente ofrece un perfil y cierra las puertas al deseo de conocer disciplinas encontradas.
El autor menciona una total incoherencia entre los planes y programas con la realidad que vive el egresado, cuando se le inculca libertad de elección y responsabilidad, si se es asalariado debe someterse al sistema y caer en la sumisión.
El proletario es asalariado y vive prácticamente esclavizado al trabajo, recibiendo un aliciente, el temible amo: “el consumismo”, de esta manera, obteniendo cosas se cree que recibe un premio o una recompensa, que los frutos de su trabajo se están dando; esto es una falsedad, pues es una trampa del sistema capitalista, el proletario consume productos con su propio sueldo bajo un supuesto bienestar que no es proporcionado por el supuesto “Estado benefactor”, ahora el mismo trabajador debe buscar créditos para poder subsidiar vivienda, salud, comida, escuela, debido a la privatización de la vida misma.
Hay un factor muy importante: el individualismo, nos dice el autor, ya que en nuestra sociedad sólo muy pocos son los que han de triunfar y los demás son relegados a que hagan el trabajo que nadie quiere hacer; nos hacen creer que la escuela es igual para todos, empero no lo es, pues el arco iris de discriminación está a la orden del día, hay un egoísmo en la médula de la sociedad, y el mismo sistema lo confirma bajo los estándares de la competencia, el éxito, el triunfo y los perfiles de jóvenes emprendedores.
La escuela adoctrina, pero por ello se debe insistir en establecer un pensamiento crítico y capaz de aceptar otros conocimientos que no sean sólo los escolares, siendo autodidacta y buscando el verdadero saber en la experiencia, no en el aula.
Lo curioso de la escuela es que exista un currículo oficial, donde alguien elige y omite vasto conocimiento igualmente importante, por medio del cual se enseña tergiversando la historia, escondiéndola, recordando héroes nacionales que no existieron jamás.
Lo que el autor nos quiere decir es que existe una pantalla en la institución de la escuela, ya que nada de lo que venga de afuera el niño ha de tomar como aprendizaje válido, puesto que no lo enseña la escuela. La preocupación principal del niño se vuelve el resultado obtenido en el examen y se pierde en realidad el propósito fundamental del educando que es obtener normas y valores de interacción social que le permitan vivir en buena convivencia con sus semejantes y desarrollar su espíritu.
Se aprende una forma de ser que va más allá del aula, se aprende una forma de vivir y convivir en sociedad; la escuela es pues el reflejo de la organización social.
La escuela homogeniza, pero lo que jamás le podrán quitar a un ser humano es su diferencia, su carácter irrepetible y creación individual. La escuela por lo tanto, no logra su objetivo del todo, ya que domestica a medias; nosotros como profesores debemos ser los conejillos de indias y socavar el sistema poco a poco, siendo partícipes de una nueva escuela, dejando fluir el conocimiento, des-uniformizando, haciendo que el individuo se interese en el otro.
Un problema que resalta el autor, es que el trabajo absorbe, esclaviza y dificulta las relaciones de convivencia entre familia y amigos.
Una conclusión propuesta por el autor es eliminar la lógica de la homogeneidad y establecer el respeto por la diferencia, ya que se discrimina el origen social si se uniformiza desde el inicio, esto sería construir un paraje hacia una sociedad democrática en realidad.
2 comentarios:
muy buen post ,solo agregaria la complejidad del proceso de socializacion que lleva adelante la escuela.
Excelente
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