Las relaciones con los otros y nuestra necesidad de cuidar de dicha convivencia, en correspondencia con las manifestaciones violentas son motivo para formar en el multiculturalismo. A pesar de los tratados que se han hecho a lo largo del siglo XX, en el cual se ha tratado de establecer pautas para acabar con la discriminación y evitar que la humanidad vuelva a llegar a la barbarie (como sucedió con el nazismo), no se ha logrado erradicar esa percepción de superioridad en los grupos sociales[1]. Tenemos ejemplos como el Apartheid en Sudáfrica, el Ku kux klan quien en 1926 contaba con 3 000 000 millones de adeptos, el holocausto judío, etc., los cuales son vivos ejemplos y tan cercanos a nosotros como si hubiesen sido ayer, son ejemplos de hasta dónde puede llegar el ser humano si se permiten estas prácticas absurdas, ilógicas, inadmisibles de segregación, discriminación, racismo, xenofobia. Es preciso educar en la tolerancia, la diferencia, el respeto por lo vivo, no digo el ser humano, sino por la vida misma en todas sus expresiones.
Aprender a escuchar y ser con la diferencia significa el respeto a la diversidad.
Nadie es superior a nadie, pero la intolerancia y el autoritarismo es una educación en el solipsismo, donde la individualidad permea en la conciencia y el egoísmo se manifiesta.
Debemos aprender a convivir con los otros y a compartir espacios, formar de pensar, distintas opiniones y formas de vida.
En un espacio multicultural como lo hemos estado viviendo, es urgente educar bajo el respeto y la aceptación de la diversidad como construcción de una conciencia más amplia.
La participación de la mujer se ha visto opacada por una concepción patriarcal muy limitante, en la cual la violencia ha sido una condición sine qua non se puede convivir, la cultura de la competencia, de llegar al éxito sin pensar en los demás se ha arraigado al ser humano; así se ha construido nuestra historia, costumbres y tradición.
Nuestra cultura estando impregnada de autoritarismos, ha transmitido esa solución violenta para enfrentarlo todo, sin el diálogo (de dos).
Hay una cuestión importante de resaltar, el hecho de que las niñas traten de imitar el comportamiento de los niños sería un retroceso, dado que la niña tiene que encontrar lo femenino, su propia forma de ser, sin seguir estereotipos, sin enmarcar lo femenino como el arquetipo de mujer que nos muestran los medios (bonita, delgada, tierna, instintiva, con deseos maternos, amorosa, dócil), sino encontrarse como ser humano, y si en su ser humano tiene características de amorosa y tierna, no importa, pero que sea sincera consigo misma, que no siga un patrón establecido.
En esta sociedad se nos enseña que lo masculino tiene características superiores a lo femenino, pero yo defiendo lo contrario, lo femenino se asocia con la relación entre naturaleza y mujer, el amor siempre está presente, la preocupación por el otro y estos valores deberían ser rescatados para todo ser humano.
Hay una confusión, menciona la autora, entre:
La igualdad de derechos: lo que sería ideal.
La afirmación de que “Todas las personas son iguales”: Falacia.
“Hombres y mujeres son iguales”: Cada uno debe de buscar su propio ser como ente individual, sin basarse en estereotipos.
Como conclusión, debemos darle más importancia a la formación de l@s alumn@s que a la calificación final, la cual se traduce únicamente como un número.
Hay que aprender a educar en el diálogo, pues es la única solución para enfrentar la ola de autoritarismo, prepotencia y muerte que en la vida del adulto es el pan de cada día.
A manera personal, concluyo con una experiencia propia: en secundaria los alumn@s son muy relajados en la disciplina, incluso llegan a ser un poco irrespetuosos por la poca valoración que le dan a las clases, creen que yo como profesora no ejerzo la suficiente disciplina o control de grupo, me dicen que debo ser más dura (todo esto lo menciona la autora) y yo creo en el diálogo, mi formación no me permite ser autoritaria, pues sé de antemano que esto genera más violencia y sé también que el problema no soy yo, sino el sistema y el rezago formativo que tienen los alumnos, ya que se le da más importancia al número final que a la convivencia en sociedad.
[1] Para no decir razas, se ha tratado de eliminar este concepto, puesto que decirlo es aseverar que existen distintas razas, siendo que todos conformamos la única especie humana.
Aprender a escuchar y ser con la diferencia significa el respeto a la diversidad.
Nadie es superior a nadie, pero la intolerancia y el autoritarismo es una educación en el solipsismo, donde la individualidad permea en la conciencia y el egoísmo se manifiesta.
Debemos aprender a convivir con los otros y a compartir espacios, formar de pensar, distintas opiniones y formas de vida.
En un espacio multicultural como lo hemos estado viviendo, es urgente educar bajo el respeto y la aceptación de la diversidad como construcción de una conciencia más amplia.
La participación de la mujer se ha visto opacada por una concepción patriarcal muy limitante, en la cual la violencia ha sido una condición sine qua non se puede convivir, la cultura de la competencia, de llegar al éxito sin pensar en los demás se ha arraigado al ser humano; así se ha construido nuestra historia, costumbres y tradición.
Nuestra cultura estando impregnada de autoritarismos, ha transmitido esa solución violenta para enfrentarlo todo, sin el diálogo (de dos).
Hay una cuestión importante de resaltar, el hecho de que las niñas traten de imitar el comportamiento de los niños sería un retroceso, dado que la niña tiene que encontrar lo femenino, su propia forma de ser, sin seguir estereotipos, sin enmarcar lo femenino como el arquetipo de mujer que nos muestran los medios (bonita, delgada, tierna, instintiva, con deseos maternos, amorosa, dócil), sino encontrarse como ser humano, y si en su ser humano tiene características de amorosa y tierna, no importa, pero que sea sincera consigo misma, que no siga un patrón establecido.
En esta sociedad se nos enseña que lo masculino tiene características superiores a lo femenino, pero yo defiendo lo contrario, lo femenino se asocia con la relación entre naturaleza y mujer, el amor siempre está presente, la preocupación por el otro y estos valores deberían ser rescatados para todo ser humano.
Hay una confusión, menciona la autora, entre:
La igualdad de derechos: lo que sería ideal.
La afirmación de que “Todas las personas son iguales”: Falacia.
“Hombres y mujeres son iguales”: Cada uno debe de buscar su propio ser como ente individual, sin basarse en estereotipos.
Como conclusión, debemos darle más importancia a la formación de l@s alumn@s que a la calificación final, la cual se traduce únicamente como un número.
Hay que aprender a educar en el diálogo, pues es la única solución para enfrentar la ola de autoritarismo, prepotencia y muerte que en la vida del adulto es el pan de cada día.
A manera personal, concluyo con una experiencia propia: en secundaria los alumn@s son muy relajados en la disciplina, incluso llegan a ser un poco irrespetuosos por la poca valoración que le dan a las clases, creen que yo como profesora no ejerzo la suficiente disciplina o control de grupo, me dicen que debo ser más dura (todo esto lo menciona la autora) y yo creo en el diálogo, mi formación no me permite ser autoritaria, pues sé de antemano que esto genera más violencia y sé también que el problema no soy yo, sino el sistema y el rezago formativo que tienen los alumnos, ya que se le da más importancia al número final que a la convivencia en sociedad.
[1] Para no decir razas, se ha tratado de eliminar este concepto, puesto que decirlo es aseverar que existen distintas razas, siendo que todos conformamos la única especie humana.
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