Existe una discriminación incluso en la forma de describir la naturaleza de los sexos, basada en los estereotipos de género, los científicos describen a manera semejante la relación entre el óvulo y el espermatozoide, en base a estereotipos de género.
Es interesante notar de qué manera el lenguaje es utilizado muy incisivamente y describe los estereotipos culturales que existen incluso en la ciencia, esto contribuyendo a que los estereotipos se naturalicen.
Otro aspecto curioso es la concepción de la menstruación, nos dice la autora, ya que se le ve como una maldición que deben sufrir las mujeres por no haber nacido hombres, en lugar de verlo como un ciclo de renovación importante y además la etapa de fertilidad de la mujer. Sobre el comentario de que la menstruación es la preparación para poder engendrar, yo considero que hay procesos naturales en los que no interviene la percepción de género, ya que en realidad somos animales mamíferos pero pensantes, y esto nos hace tener conciencia de muchas cosas y poder elegir, empero no significa que dicho proceso re-signifique sólo por tener conciencia de género, creo que científicamente es correcto.
Lo que sí es importante reconocer es que el cuerpo humano debe conocerse, aprender a ver nuestra sexualidad de manera natural y como necesidad fisiológica, ya que la iglesia condena el placer sexual, pero sobre todo el de las mujeres, es necesario que a través de la educación se de por terminado con dichos estereotipos, bajo una educación sexual de prevención y sin prejuicios; no obstante en la escuela secundaria se omiten estos temas porque se considera que si se educa sexualmente significa promover la sexualidad, yo diría que nos ahorraríamos muchos problemas si se educara: traumas, miedos, prejuicios, embarazos no deseados, abortos y traumas, enfermedades venéreas, divorcios, represiones.
La tradición de occidente ha visto la relación hombre-naturaleza como una forma de dominio y nuestra historia está plagada de injusticias, contaminación, guerras, imperialismo, colonialismo, holocaustos que han quedado como un registro de que el hombre se ha separado de la naturaleza queriendo controlarla, sabiéndose y creyéndose superiores por intervenir tan desmesuradamente en la naturaleza, no sabiendo de qué manera se equivocan, provocando catástrofes absurdas.
Un punto a rescatar del texto es la importancia del aprender a usar los recursos naturales, además de cómo usamos la ciencia y la tecnología, en pro del ser humano y las especies, no en su contra.
La idea de santidad me gustó, no había tenido contacto con una percepción en que la santidad no se diera después de la muerte, o de alguna persona que fue muy cristiana; no obstante ahora puedo percibir que la santidad se encuentra incluso en la naturaleza, en nuestra propia naturaleza y lo que llevamos dentro, nuestro cuerpo, la respiración, el hecho de poseer un lenguaje, que los choques eléctricos del cerebro nos puedan dar alegría, tristeza, emociones y sentimientos, el amor en sí es santidad, quien lo puede sentir en realidad, ama todo lo que toca, todo con lo que se enfrente, pues es un milagro y es santo.
La autora me dice algo que me dejó impactada, la prohibición de la imagen de la mujer dando a luz y su contraparte, la naturalización de la imagen del hombre quitando la vida. No podemos ocultar el dominio cultural del cual somos sujetos, pero es imposible concebir que en pleno siglo XXI la educación sexual no se imparta en las escuelas, bueno pero habiendo vivido el siglo XX como se vivió, ya no resulta sorprendente nada de lo que nos ocurra.
Como conclusión, la relaciones no sólo sexuales, sino de convivencia entre hombres y mujeres, deben estar regidas por el respeto y la armonía, en cuanto se observe un símbolo de crueldad, de violencia o dominación, ¡decirlo!, luchar contra todo tipo de discriminación, puesto que las relaciones hombre-mujer en cualquier ámbito son el ejemplo de las relaciones de una sociedad a gran escala; no debemos tolerar la exclusión por el hecho de ser o pensar diferente, ya hemos vivido en el siglo XX atrocidades como el holocausto y nuestra lucha debe ser una lucha constante por preservar la “humanidad” que se supone debemos tener, lo que la “razón” nos ha dejado (a pesar de haber sido utilizada para sistematizar las muertes de millones de judíos), estar alerta ante todo trato indigno es primordial y no dejar que la indiferencia anta la injusticia sea la base de nuestro actuar, los medios masivos de comunicación se rigen por la violencia y la naturalizan, nuestra sociedad está en peligro y con ella la humanidad entera; los esfuerzos por convivir en una tierra con respeto hacia la naturaleza y hacia nosotros mismos jamás deben menguar si nos preciamos de creer y tener fe en la misión que la educación nos encomienda. Sólo el amor por el prójimo podrá atenuar la lucha constante entre vida-muerte y la indiferencia y el olvido de los marginados.
Es interesante notar de qué manera el lenguaje es utilizado muy incisivamente y describe los estereotipos culturales que existen incluso en la ciencia, esto contribuyendo a que los estereotipos se naturalicen.
Otro aspecto curioso es la concepción de la menstruación, nos dice la autora, ya que se le ve como una maldición que deben sufrir las mujeres por no haber nacido hombres, en lugar de verlo como un ciclo de renovación importante y además la etapa de fertilidad de la mujer. Sobre el comentario de que la menstruación es la preparación para poder engendrar, yo considero que hay procesos naturales en los que no interviene la percepción de género, ya que en realidad somos animales mamíferos pero pensantes, y esto nos hace tener conciencia de muchas cosas y poder elegir, empero no significa que dicho proceso re-signifique sólo por tener conciencia de género, creo que científicamente es correcto.
Lo que sí es importante reconocer es que el cuerpo humano debe conocerse, aprender a ver nuestra sexualidad de manera natural y como necesidad fisiológica, ya que la iglesia condena el placer sexual, pero sobre todo el de las mujeres, es necesario que a través de la educación se de por terminado con dichos estereotipos, bajo una educación sexual de prevención y sin prejuicios; no obstante en la escuela secundaria se omiten estos temas porque se considera que si se educa sexualmente significa promover la sexualidad, yo diría que nos ahorraríamos muchos problemas si se educara: traumas, miedos, prejuicios, embarazos no deseados, abortos y traumas, enfermedades venéreas, divorcios, represiones.
La tradición de occidente ha visto la relación hombre-naturaleza como una forma de dominio y nuestra historia está plagada de injusticias, contaminación, guerras, imperialismo, colonialismo, holocaustos que han quedado como un registro de que el hombre se ha separado de la naturaleza queriendo controlarla, sabiéndose y creyéndose superiores por intervenir tan desmesuradamente en la naturaleza, no sabiendo de qué manera se equivocan, provocando catástrofes absurdas.
Un punto a rescatar del texto es la importancia del aprender a usar los recursos naturales, además de cómo usamos la ciencia y la tecnología, en pro del ser humano y las especies, no en su contra.
La idea de santidad me gustó, no había tenido contacto con una percepción en que la santidad no se diera después de la muerte, o de alguna persona que fue muy cristiana; no obstante ahora puedo percibir que la santidad se encuentra incluso en la naturaleza, en nuestra propia naturaleza y lo que llevamos dentro, nuestro cuerpo, la respiración, el hecho de poseer un lenguaje, que los choques eléctricos del cerebro nos puedan dar alegría, tristeza, emociones y sentimientos, el amor en sí es santidad, quien lo puede sentir en realidad, ama todo lo que toca, todo con lo que se enfrente, pues es un milagro y es santo.
La autora me dice algo que me dejó impactada, la prohibición de la imagen de la mujer dando a luz y su contraparte, la naturalización de la imagen del hombre quitando la vida. No podemos ocultar el dominio cultural del cual somos sujetos, pero es imposible concebir que en pleno siglo XXI la educación sexual no se imparta en las escuelas, bueno pero habiendo vivido el siglo XX como se vivió, ya no resulta sorprendente nada de lo que nos ocurra.
Como conclusión, la relaciones no sólo sexuales, sino de convivencia entre hombres y mujeres, deben estar regidas por el respeto y la armonía, en cuanto se observe un símbolo de crueldad, de violencia o dominación, ¡decirlo!, luchar contra todo tipo de discriminación, puesto que las relaciones hombre-mujer en cualquier ámbito son el ejemplo de las relaciones de una sociedad a gran escala; no debemos tolerar la exclusión por el hecho de ser o pensar diferente, ya hemos vivido en el siglo XX atrocidades como el holocausto y nuestra lucha debe ser una lucha constante por preservar la “humanidad” que se supone debemos tener, lo que la “razón” nos ha dejado (a pesar de haber sido utilizada para sistematizar las muertes de millones de judíos), estar alerta ante todo trato indigno es primordial y no dejar que la indiferencia anta la injusticia sea la base de nuestro actuar, los medios masivos de comunicación se rigen por la violencia y la naturalizan, nuestra sociedad está en peligro y con ella la humanidad entera; los esfuerzos por convivir en una tierra con respeto hacia la naturaleza y hacia nosotros mismos jamás deben menguar si nos preciamos de creer y tener fe en la misión que la educación nos encomienda. Sólo el amor por el prójimo podrá atenuar la lucha constante entre vida-muerte y la indiferencia y el olvido de los marginados.
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